La sociedad actual desconoce, en general, cuál es la verdadera realidad de la agroindustria española. Esta circunstancia constituye, paradójicamente, un éxito del sector: su óptimo funcionamiento y su constante evolución se conciben como algo natural, de ahí que el foco de las preocupaciones se pueda situar —generalmente— en otros ámbitos. Sin embargo, esta actividad vive una etapa de enorme dinamismo para superar los desafíos que plantean crisis como la climática y la geopolítica, así como los retos y oportunidades derivados de las exigencias de la Unión Europea (UE) para que nuestros países lideren la transición ecológica en la producción de alimentos.
Los distintos eslabones de la cadena alimentaria afrontan sus particulares retos para lograr, de manera coordinada, un tejido productivo sostenible, capaz de proveer alimentos de calidad, innovadores, saludables, y que respondan a las necesidades y preferencias de distintos segmentos de demanda con precios competitivos. Y en la base de esta transformación y mejora permanente estamos los productores de fertilizantes, que generamos 70.000 empleos directos en la UE y somos absolutamente esenciales para la viabilidad y mejora continua del resto de actores del mercado.
El Día Mundial de los Fertilizantes es el momento de analizar la vigencia que tienen todos nuestros objetivos como sector, que están muy influidos por las intensas experiencias que ha vivido el planeta en los últimos cinco años. Estamos en un momento en el que tenemos que defender con convicción nuestras capacidades industriales, dado que producimos un insumo vital en un sector estratégico, en el que se vigila cada vez más la dependencia de terceros países. Sin perder competitividad económica, hay que seguir impulsando el cambio hacia modelos sostenibles y neutros en carbono, apoyándonos al máximo en la creciente potencia renovable de España y del resto de países europeos. Y también avanzar en la economía circular, con la recuperación de nutrientes en residuos y su reutilización en la agricultura.
Pese a que se nos percibe como un ámbito muy tradicional dentro de la industria, nuestra experiencia, unida al acelerado avance de la biotecnología, nos sitúa como una de las actividades que más puede contribuir a la innovación española y europea en los próximos años. El desarrollo de biofertilizantes, bioestimulantes y soluciones de biocontrol nos permiten, además, avanzar en la cadena de valor. La digitalización y el procesamiento de datos con IA abren una nueva forma de aplicar nutrientes, con decisiones agronómicas y medioambientales más eficientes. Y todo ello implica una nueva manera de abordar el mercado, con equipos de profesionales altamente especializados que se convierten en aliados y colaboradores del agricultor en la búsqueda de soluciones óptimas en todos los órdenes.
El sector en la UE, dadas las exigencias de calidad de nuestros agricultores y la ambición regulatoria de nuestros gobiernos, está a la vanguardia en todos los órdenes. Y la compañía que presido es un paradigma de esta hoja de ruta. Grupo Fertiberia es un actor integrado verticalmente, que produce y diseña fertilizantes en la UE y los comercializa en todo el mundo. Mantenemos los mayores centros industriales del sector en España (en Palos de la Frontera, Puertollano, Avilés y Sagunto), además de nuestros centros de Portugal, Francia y Países Bajos, entre otros. En unos años de enorme complejidad, por la fluctuación del precio de una materia prima básica como el gas natural, hemos avanzado en la permanente optimización operativa y ambiental de estos activos, lo que nos brinda unas capacidades estratégicas para nuestra sociedad.
Estamos consolidando una apuesta pionera en el sector por el hidrógeno verde, con el que producimos nuestro fertilizante bajos en carbono Impact Zero. En tres años hemos extendido su uso a cultivos como la cebada cervecera, las patatas para snacks, la remolacha, las verduras y hortalizas, o los pastos en granjas lecheras… todo ello de la mano de multinacionales líderes que nos sitúan como aliados clave para descarbonizar sus operaciones.
Hace ya más de dos décadas nos enfocamos en el desarrollo de fertilizantes a medida de cada tipo de suelo y de cultivo, y hemos dado un salto diferencial con nuestra entrada en la biotecnología. Tenemos realidades consolidadas, como NSAFE, un bioinhibidor microbiológico que actúa para reducir las pérdidas de nitrógeno en el suelo y propicia una fertilización más sostenible. Y junto a ello, nuestra filial biotecnológica Trichodex atesora casi cuatro décadas de investigación, liderando conceptos como el microbioma vegetal y desarrollando una colección de cultivos con más de 1.500 cepas y 200 consorcios de microorganismos beneficiosos, así como una planta de producción de referencia. Con esta base, estamos convencidos de que la biotecnología es una de las grandes palancas de nuestro sector en las próximas décadas; por eso está en el centro de nuestra estrategia presente y futura.
Atesoramos una historia de más de cincuenta años y hemos decidido proyectar toda esa experiencia hacia el futuro. Nos hemos aliado con la empresa tecnológica Eosol para procesar los más de dos millones de datos propios sobre diversos suelos agrícolas de España que almacenamos en nuestro Centro de Tecnologías Agroambientales. Utilizamos esta información valiosa y única con inteligencia artificial para ponerla al servicio del productor, elevando la precisión de sus decisiones.
La suma de todas estas transformaciones nos conduce a configurar una fuerza de ventas cada vez más especializada en función del tipo de producto, cliente y cultivo; respaldada por herramientas tecnológicas de primer nivel; e implicada y comprometida con los procesos de transformación que acometen los agricultores.
Al inicio de esta tribuna sostenía que la opinión pública no se enfoca en la realidad de la agroindustria española debido, precisamente, a que esta funciona de manera eficiente. Nuestro caso ejemplifica que el sector de los fertilizantes en la UE está acometiendo con éxito —y de forma desapercibida— enormes desafíos que resuelven problemas para toda la sociedad y ayudan a materializar los objetivos de sostenibilidad que marcan nuestros Gobiernos. Aunque seamos etiquetados como una actividad tradicional, este día debe servir para reclamar no solo nuestro carácter esencial, sino también la importancia de mantener nuestras capacidades de producción autóctona y nuestro decisivo papel como impulsores de innovación y competitividad agronómica y empleo de calidad para el futuro.
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