Los productores de patata en el área NEPG (Países Bajos, Bélgica, Francia y Alemania) afrontan un escenario preocupante tras el desplome del precio del producto desde finales de febrero, cuando se situaba en torno a los 30 €/100 kg, hasta los 7,5 €/100 kg actuales. Esta caída ha sido consecuencia de múltiples factores acumulados en un contexto de creciente incertidumbre climática, comercial y regulatoria.
La superficie sembrada de patata en la zona NEPG se estima provisionalmente un 5% superior a la de la campaña pasada, con un aumento aproximado de 25.000 ha, aunque todavía no se dispone de cifras oficiales desglosadas por patata de consumo, semilla o fécula. Esta expansión contrasta con una demanda en retroceso, especialmente en el segmento de productos procesados como las patatas fritas congeladas, cuyas exportaciones desde los principales países europeos cayeron un 1,8% entre 2023 y 2024, según Eurostat.
Un mercado saturado en un entorno global más competitivo
El crecimiento acelerado de la capacidad de transformación, acompañado por una visión excesivamente optimista del mercado, ha llevado a muchos productores a ampliar sus siembras. Sin embargo, el contexto mundial ha cambiado. Países como China e India han multiplicado por diez sus exportaciones de productos congelados en los últimos cinco años, mientras que Europa ha perdido competitividad por el aumento de los costes de producción, energía y transporte. Además, la imposición de nuevos aranceles por parte del nuevo gobierno de EE. UU. y la debilidad del dólar han dificultado aún más las exportaciones europeas.
La situación se ha visto agravada por varios errores de transformación en la campaña 2024, que han derivado en productos de mala calidad y ventas decepcionantes, así como por una meteorología que, aunque ha sido más seca de lo normal, permitió un desarrollo rápido del cultivo en primavera, lo que generó una percepción de abundancia que presionó aún más los precios.
Crecen los costes y la presión regulatoria
A todo ello se suman las crecientes dificultades técnicas y económicas que enfrentan los agricultores europeos. El aumento de los costes de producción y las exigencias medioambientales (uso del agua, fertilización, reducción de fitosanitarios, rotaciones obligatorias, etc.) colocan al cultivo de la patata en una posición cada vez más frágil frente a competidores internacionales. Además, los problemas del suelo y nuevas enfermedades, como el Stolbur, elevan la complejidad técnica y los riesgos financieros.
NEPG insiste en que los agricultores han sobreestimado la rentabilidad del cultivo de la patata en el largo plazo y alerta del riesgo de que se impongan nuevas restricciones legislativas si no se corrige la tendencia actual. Considera imprescindible una mayor cooperación entre los actores europeos de la cadena de valor para mejorar la competitividad frente a un mercado global cada vez más saturado y exigente.
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