La falta de rentabilidad, unida al exceso de burocracia, a la compleja normativa de bienestar animal y a las cada vez más exigencias del mercado, está desencadenando “una pérdida sustancial de las pequeñas y medianas explotaciones de porcino en extensivo, afectando también a las cooperativas ganaderas”, señala del Consejo Sectorial de Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía, Agustín González Sánchez. quien lamenta que “el ganadero tradicional se está perdiendo”, pues “está siendo absorbido por las grandes industrias integradoras”.
Este sistema se caracteriza por que los ganaderos no tienen ganado. Es decir, es la empresa integradora la propietaria de los animales y la que se encarga de proporcionar todos los insumos y servicios que estos necesitan para su crianza (piensos, medicamentos, atención veterinaria, etc.).
El ganadero integrado, por su parte, se encargará únicamente de cuidar a los animales, por lo que pierde el control del negocio, y renuncia a cualquier decisión sobre el porcino que se produce en su explotación. De esta forma, “el ganadero tradicional deja de existir para ser un asalariado al servicio de las grandes empresas integradoras”, declara Agustín González.
Se trata de conglomerados empresariales que “están ganando cuota de poder en el sector del ibérico a pasos agigantados” y con los que “cada vez es más difícil competir”, sentencia.
Frente al sistema de explotación de las grandes integradoras, presente cada vez más en el ibérico, el modelo empresarial cooperativo sigue fiel a sus valores innatos, como son la cooperación, el mantenimiento del territorio y la fijación de la población rural, el reparto de valor, el origen, la sostenibilidad… Un modelo que no se deslocaliza y cuyo beneficio retorna a las familias ganaderas que forman su base social y al campo. Por tanto, este cambio de modelo productivo en el ibérico “no sólo tiene consecuencias económicas, sino también sociales y medioambientales”, subraya el presidente del Consejo Sectorial.
No en vano, las 39 cooperativas ganaderas andaluzas federadas son el principal baluarte de la supervivencia de los pueblos en los que se asientan. Un motor económico para las zonas rurales, cuyo negocio supuso más de 1.117 millones de euros en 2021, lo que representa el 12% de la facturación del cooperativismo agroalimentario regional. Un capital que se invierte en el territorio y que se traduce en empleo, en arraigo social y en protección y mantenimiento de un ecosistema ambiental como es la dehesa andaluza, que ampara a las producciones del cerdo ibérico de mayor calidad, las del ibérico de bellota.
Además, de cara a la llegada de las fiestas navideñas, la temporada del año en la que en mayor medida se incrementan las ventas de productos derivados del ibérico, especialmente las piezas curadas (como el jamón, la paleta y los embutidos), el sector pone énfasis en que la caída del censo de los animales de bellota debido a las dificultades productivas que tienen los ganaderos andaluces supondrá “el encarecimiento de estos productos”, lo que tendrá también consecuencias en el consumo.
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