Me venía a la cabeza esa película de Paco Martínez Soria cuando volábamos desde Bruselas a Madrid de regreso tras la audición que la Comisaría de Agricultura había celebrado en el Parlamento Europeo. La actitud de la danesa era igual que el personaje al que representaba el actor, “erre que erre” para adelante con su opinión, si tener en cuenta si estaba equivocado o no, si los demás opinan otra cosa… e incluso, en algún momento, parecía que el tema no iba con ella, más preocupada de su viaje a Estados Unidos que de las cuestiones que le planteaba el hemiciclo.
Así se mostró Fischer Boel ante los parlamentarios que la interpelaban tras su exposición de los principios que mueven a la reforma. Impertérrita ante las críticas, ante las preguntas que se la realizaban, ante las demandas de explicaciones del por qué de un cambio tan drástico, ante las dudas que suscita el plan de reestructuración industrial o la propiedad de las cuotas… pero quizás más indignante que esa indiferencia que mostró ante nuestros representantes, los que elegimos todos los ciudadanos en una votación, fue la afirmación de que esta reforma, en realidad, no va a hundir al sector remolachero sino que, al contrario, es la que va a permitir su supervivencia asegurando un futuro que con la actual OCM era más que incierto.
La forma de actuar de la Comisaria me ha dejado la sensación de que las personas que dirigen los designios y el futuro no sólo de la agricultura sino de la Unión Europea en general marchan por un lado, mientras que el resto de la sociedad va por otro. La responsable de la Agricultura de la UE apuesta por una reforma, mucho me temo que tienen que tener aliados muy sólidos para mantener esa postura, mientras que, aparentemente, el Parlamento, el Consejo Económico y Social y buena parte de los gobiernos de los estados miembros marchan por otro, e incluso los que realmente viven de la remolacha, los cultivadores que ya se han manifestado en un número elevado en Bruselas y en Valladolid, todavía van por otro diferente, más preocupados de sus rentas, del futuro de sus explotaciones, del día a día… viviendo más de cerca el drama de un sector que puede llegar a desaparecer si salen adelante estas propuestas que sólo benefician a las grandes empresas agroalimentarias y a países como Brasil.
La gran duda es saber si los agricultores y ganaderos queremos esta Europa, con estos comisarios y estos políticos que se han olvidado de principios como el de la solidaridad entre estados que eran la base del Tratado de Roma, prefiriendo apoyarse en los designios de la Organización Mundial del Comercio que es cierto exige mucho a la UE pero que quizás mira para otro lado en temas como el comercio triangular, aspectos social y medioambientales en la producción de determinados países como Brasil; o las ayudas “subterráneas” que se ofrecen en países como Australia, Tailandia a su sector azucarero
Ejemplos como el vivido días atrás con el textil chino es un espejo en el que todos nos debemos mirar con mucha preocupación y escepticismo pues cualquiera de nuestros sectores se puede ver afectado, damnificado, por una situación similar.
Esa sensibilidad hacia los remolacheros que tanto eché en falta en la intervención de Fischer es la que exigimos a nuestro gobierno en la defensa de nuestros intereses. Todos sabemos como funcionan las negociaciones en Bruselas, es evidente que los presidentes, en última instancia, son los que tienen en su mano que se actúe de una forma u otra. Hasta la fecha, tengo la impresión que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se ha limitado, en la defensa de la remolacha, a las grandes declaraciones en los medios de comunicación o ante los “suyos”, pero que se ha olvidado del trabajo de negociación del día a día e incluso la tan anunciada minoría de bloqueo parece ahora que se tambalea con el juego de intereses de la presidencia británica interesada, a toda costa, en culminar una reforma que tiene entre sus objetivos prioritarios.
A los cultivadores sólo nos queda seguir peleando por nuestro futuro, primero en las mesas de negociación, pero si esto no es suficiente en las calles como ya hicimos 30.000 voces en Valladolid, exigiendo al Gobierno que cumpla la palabra dada por su máximo responsable: el problema de la remolacha “es una cuestión de estado”.
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