Madrid, 30 de mayo de 2007.- Las distintas administraciones públicas, esgrimiendo motivos medioambientales –disminución de la emisión de gases con efecto invernadero- y macroeconómicos –menor dependencia energética exterior, beneficios económicos para los agricultores, etc.- están llevando a cabo una política de apoyo a la industria de los biocombustibles excesivamente agresiva a juicio de ASOPROVAC. Y lo que es peor, no están informando debidamente a la sociedad sobre los inconvenientes de unos combustibles amparados tras el prefijo “bio”.
• Los biocombustibles además de emplear como materia prima cereales necesarios para alimentar a la población mundial, adolecen de una escasa eficiencia productiva: se requieren aproximadamente tres toneladas de cereal para la producción de una de etanol.
• Su producción es muy cara, ya que al precio del producto final hay que sumar las fuertes subvenciones que está recibiendo la industria que genera estos combustibles. Las administraciones públicas, y la sociedad en su conjunto, deberían reflexionar sobre el futuro de las plantas de biocombustibles cuando se reduzcan las ayudas a la producción (algo que ya ha ocurrido con otras energías alternativas).
• Consideramos imprescindible valorar la sostenibilidad de un sistema de producción que requiere cantidades ingentes de biomasa (peligro de deforestación de terrenos aun vírgenes, incremento de rendimientos a costa del mayor uso de plaguicidas y fertilizantes, etc.) y que genera enormes cantidades de subproductos, por ejemplo la glicerina, que no se consumen y pueden suponer un claro problema en un futuro no muy lejano (100 Kg. por cada tonelada de biodiesel).
• El crecimiento de la industria de biocombustibles está poniendo en peligro la rentabilidad y la viabilidad del sector ganadero. Se trata de un duro competidor, ya que emplea cereales como materia prima y está dispuesto a pagar por ellos lo que sea necesario, aunque sólo sea para amortizar las inversiones realizadas. Esta situación está generando actualmente un incremento del coste de la alimentación animal en vacuno de cebo de 90 euros/canal producida, que evidentemente no puede repercutirse al consumidor. Como en todo mercado, en el de la alimentación rige también la ley de la oferta y la demanda y la entrada de carnes de vacuno procedentes de terceros países, no sujetos a las elevadas exigencias de producción que imperan en la Unión Europea, nos impide incrementar el precio de nuestras carnes.
Estamos convencidos que en la actualidad existen energías alternativas más viables y sostenibles y menos contaminantes, por las que habría que apostar en firme, retirando todas las trabas burocráticas que se presentan para su desarrollo. Nos referimos a la energía eólica y solar -que tan buenos resultados están mostrando-, así como a la generación de energía a partir de subproductos de la actividad ganadera, como los estiércoles, que también son biomasa.
No sabemos si es desinformación o directamente perversidad y engaño por parte de las administraciones públicas; lo que si sabemos es que los biocombustibles, lejos de ser la solución a los efectos del cambio climático, están siendo instrumento político para manipular a una sociedad preocupada por el futuro del Planeta.
Pero el precio de la estrategia política es en este caso demasiado elevado: carestía de cereales en un mundo en el que una tercera parte de su población pasa hambre y puesta en jaque a una actividad que, como la ganadería, genera en España riqueza, contribuye al arraigo de la población en el entorno rural, y abastece de proteína a los consumidores.
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