Una crisis con precedentes
Ahora todo el mundo se rasga las vestiduras, especialmente los culpables y responsables de esta crisis económica que califican “sin precedentes”.
Esta convulsión que está sacudiendo los mercados y el mundo financiero, y que inicialmente parecía un fenómeno virtual, está arrasando como un tornado a la economía real y en consecuencia provocando recesión, paro y más pobreza.
Pero esta crisis no surge por generación espontánea, si tiene precedentes y una causa principal como denominador común: la especulación salvaje, es decir, corrupción de un mercado cada vez menos regulado.
Esta convulsión global ha tenido un serio aviso como precedente, la crisis alimentaria mundial, que tiene en dicha especulación la raíz del problema. Solo que, tratándose de la alimentación la cosa es muy seria y las consecuencias aún mas devastadoras.
Convertir la alimentación y por lo tanto la agricultura en pura mercancía, con la que especulan sin escrúpulos grandes brokers y grupos de inversión, es un escándalo. Las consecuencias las pagamos con el encarecimiento abusivo de los precios de los alimentos y también de los costes de producción al agricultor, la inestabilidad de los mercados que arruina a millares de hombres y mujeres del campo y la puesta en grave riesgo de la seguridad alimentaria.
Muchos de quienes ahora se rasgan las vestiduras y corren, aparentemente asustados, de un lado a otro buscando soluciones, son precisamente los culpables y responsables del problema.
En lo que respecta a la crisis alimentaria, son culpables los especuladores financieros, las transnacionales agroalimentarias y de la distribución, los grandes agroexportadores constituidos en oligopolios que controlan los insumos y buena parte de la producción.
Pero los responsables son, además, los padres de la Política Agrícola Común y de la Organización Mundial del Comercio, que diseñan políticas y aún las sostienen sin enmienda, como el actual chequeo, en beneficio de los especuladores y en perjuicio del conjunto de los ciudadanos, de la sociedad.
La PAC, un fracaso
La crisis alimentaria mundial ha puesto en evidencia el fracaso de las políticas agrarias ultraliberales, tanto en la Unión Europea, como en el contexto de la OMC. El desmantelamiento progresivo de los sistemas de regulación de producciones y mercados, despreciando el principio de soberanía alimentaria y abandonando en la U.E. la preferencia comunitaria, que se ha consolidado con la aprobación del Chequeo de la PAC, ha resultado un fracaso clamoroso que estamos pagando caro, al tiempo, los agricultores y los consumidores, como origen y destino de la cadena agroalimentaria.
Es recalcitrante la Comisaria de Agricultura Mariann Fischer cuando califica de éxito los resultados de la última Reforma de 2003, proponiéndose con el Chequeo continuar profundizando en la misma línea.
Le debe parecer fenomenal a la Comisaria que la población agraria en nuestro país se aproxime al 4%,habiéndose reducido un 8% en los últimos 4 años, período en el que las rentas agrarias han descendido en términos reales un 18%, situándose en las dos terceras partes de la renta media, muy lejos de los objetivos de cohesión.
Considerará la Comisaria un éxito que los especuladores hayan disparado los precios de los insumos. Fertilizantes mas de un 100% en un año, los piensos mas de un 40%, el gasóleo agrícola un 26% y las tarifas eléctricas un 60%. Todo un lujo.
Entretanto los precios al productor se derrumban, la leche cae un 30% y los cereales en picado hasta 13 y 14 céntimos el kilo, por poner solamente dos ejemplos palmarios.
En estas condiciones cabría esperar un comportamiento moderado de los precios finales al consumidor. Pero no. El diferencial de precios entre origen y destino del pasado mes de octubre se ha situado en el 455%. Un escándalo.
Esta situación es la equivalente a un atraco, eso si de guante blanco. Los atracadores están autorizados a robarnos. Todo un éxito de la Señora Comisaria y compañía.
La vieja PAC debe ser jubilada
La PAC nunca ha sido equilibrada ni sostenible. Pero desde hace una década, y en la actualidad con el chequeo en marcha, se evidencia desfasada, despilfarradora e injusta.
Las subvenciones, que se conceden de forma indiscriminada favoreciendo a especuladores y absentistas frente a los hombres y mujeres profesionales que viven cada día del trabajo en el campo, son aún más injustas y discriminatorias cuando se conceden desvinculadas de la actividad.
Los viejos esquemas, que apuestan por la desregulación absoluta de los mercados hasta el punto de considerar que “no importa dejar de producir en Europa porque nos podremos abastecer a precios mas baratos en países terceros”, favorecen la dependencia agroalimentaria del exterior arruinando nuestra agricultura y encareciendo los precios finales, como consecuencia de los abusivos márgenes de la distribución. Esto constituye una política suicida.
Cualquier país desarrollado o que aspire a un desarrollo sostenible debe preservar y proteger sus sectores estratégicos. La alimentación y la agricultura son un sector estratégico básico para el desarrollo de nuestra sociedad. La dependencia estructural, en esta materia, genera graves crisis alimentarias y de precios, además de desequilibrios territoriales y despoblación rural.
El Chequeo PAC, la prueba del algodón
La Reforma introducida con el chequeo de la PAC es una prueba evidente, la prueba del algodón, de las intenciones de quienes deciden en la Unión Europea respecto a la política agrícola de los próximos años y la que vendrá después del 2013. Una política basada en medidas ya fracasadas como el desacoplamiento, los recortes de las ayudas, el ajuste presupuestario, la desregulación de los mercados y las producciones, con el desmantelamiento de los sistemas de intervención pública, las cuotas, los aranceles, etc., y la liberalización de las importaciones indiscriminadas eliminando el principio de preferencia comunitaria.
Nos preguntamos cómo puede cumplirse el principal objetivo del chequeo, que según la Comisaria Mariann Fischer es “permitir a los agricultores satisfacer la demanda creciente de alimentos y responder rápidamente a las señales del mercado”.
Nos lo preguntamos porque una de sus medidas estrellas, el desacoplamiento total en casi todos los sectores, incluidos herbáceos y ovino según intenciones del Ministerio que nos ha tocado, favorece al absentista y perjudica al profesional que sigue acoplado a las labores agrarias porque es de lo que vive. Desacoplamiento es liberalización de las ayudas, que llega en el mismo paquete que la liberalización total de las producciones y los mercados, causa del hundimiento de los precios al productor. Al deslegitimarse las ayudas desacopladas, más legitiman los recortes indiscriminados y abusivos de dichas ayudas.
El desacoplamiento es contrario a la actividad profesional, a la productividad y al reparto justo de las ayudas que venimos exigiendo reiteradamente. Por lo tanto está claro que hay mucha hipocresía en los objetivos que defiende la señora Comisaria y el ejército de políticos y burócratas que la aplauden.
Por otra parte, ¿Qué incentivo nos ofrecen para responder a las “señales del mercado y a la demanda de alimentos”, como dice ella, si en la práctica nos arrean un recorte adicional de las ayudas, además del 5% anterior para destinarlo a medidas de desarrollo rural como la mejora de la biodiversidad, hacer frente al cambio climático, la gestión del agua y el fomento de energías renovables, que dada su trascendencia social deberían disponer de presupuesto específico suficiente. La Comisión y el Consejo, además de creer poco en el desarrollo rural y en la necesidad de acometer los nuevos desafíos, nos obliga a pagar dicha factura a los agricultores, quienes precisamente estamos haciendo una labor de sostenibilidad en los pueblos.
COAG se opone a estos recortes, que no deben aplicarse a los profesionales de la agricultura, sino a quienes viven de otras actividades ajenas. También nos oponemos a las políticas de desacoplamiento defendiendo las ayudas destinadas a la actividad de las explotaciones, estableciendo prioridades para los profesionales a título principal.
Tal es la obsesión por el desacoplamiento que se pone en riesgo la aplicación facultativa (Art. 69) como ayuda acoplada a la actividad, para sectores en crisis como el remolachero, el sector lácteo, el vacuno de carne, etc.
El Ministerio debe interpretar adecuadamente esta aplicación, para que estos sectores, no se vean desprovistos de las actuales ayudas, manteniendo este sistema durante todo el período de la actual reforma, es decir, hasta después del 2013.
Respecto a las cuotas lácteas se reafirma la supresión en 2015, conduciendo al sector hacia una desregulación de la producción de leche que, como reconoce la propia Comisión, traerá como consecuencia la bajada de precios al ganadero.
Esta política desreguladora alcanza a la Intervención pública de cereales para pienso y carne de porcino. Este sistema de Intervención prácticamente desaparece, dejando a los productores sin un adecuado sistema de protección ante la volatilidad de los mercados, y también a los consumidores, sin estocajes estratégicos que sirvan de reguladores frente a la especulación y los vaivenes inflaccionistas.
Ante este tipo de políticas, cabe preguntarse porqué no sirven de lección los fracasos que han originado las graves crisis alimentaria y económica actuales. Y la respuesta puede que sea, porque los culpables y los responsables del desaguisado, sigue siendo los que ahora siguen decidiendo. Se enriquecen, nos arruinan, nos exprimen para pagar los platos rotos, siguen comiéndonos la merienda y se disponen para un nuevo banquete, al que los paganos no estamos invitados.
Hay que aguarles la fiesta. No nos podemos conformar. Debemos defender el presente y el futuro al que tenemos derecho.
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