La huerta de Málaga se hunde, pero a las autoridades competentes parece importarles un pimiento, o sea, nada, que es exactamente lo que vale un pimiento del campo malagueño. Los agricultores que se dedican al cultivo de hortalizas en nuestra provincia tenían sus expectativas puestas en la campaña de verano para resarcirse así de una etapa difícil. Pero una vez más sus esperanzas se han ido al traste.
Los precios no levantan cabeza y al agricultor ya sólo le queda regalar sus productos antes de que se pudran. Y si no, basta con echar un vistazo a la tabla de precios en origen: el kilo de tomate de verano de la Axarquía ya va por tres céntimos el kilo. Las berenjenas, pimientos, calabacines, melones y sandías apenas rozan los 10 céntimos el kilo. Los productores de lechuga están triturando las parcelas plantadas porque no venden ni una y una docena de coliflores cuesta un euro. Con estos precios, muchos productores se plantean echar el cerrojo. Y es que, la compra de hortalizas para toda la semana vale menos que un café.
Lo importante, el precio
El problema, explica Benjamín Faulí, técnico de frutas y hortalizas de ASAJA Málaga, se agrava aún más al comprobar lo que sucede en los comercios. El consumo de frutas y hortalizas lejos de decaer, se ha incrementado un 5% con respecto al año anterior. Lo que ocurre, es que la crisis ahoga al consumidor y éste compra lo más barato posible, sin importarle la calidad ni la procedencia de los productos que echa a la cesta de su compra.
Y mientras, añade Faulí, el productor pierde dinero cada día que pasa y se endeuda cada vez más: “El problema es que eso nadie lo nota porque hay suministro de cualquier producto de cualquier parte del mundo y nos da igual que sea español, marroquí o peruano con tal de que sea barato”.
Si esta situación se prolonga acabará sin remedio con una parte importante de la producción malagueña. Y son números de importancia, ya que en Málaga se facturó el año pasado 238 millones de euros en hortalizas, una cifra que se verá drásticamente mermada para la presente campaña y que propiciará que muchos agricultores abandonen su actividad.
“Como reflexión, hace unos días leímos en un artículo que hacía referencia a la ciudad de Rustenburg, en Sudáfrica, donde ha jugado la selección española de fútbol. En él se decía que los productores de tomate de aquella zona iban a vender sus tomates de forma ambulante a la ciudad, por unos míseros 30 céntimos el kilo. ¡Y resulta que en la avanzada España no los vendemos ni a la mitad!”, lamenta Faulí.
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