«Para medir ciertos parámetros del vino existen técnicas como la cromatografía que requieren una instrumentación muy compleja. Por eso, este proyecto se propone desarrollar un sistema mucho más sencillo para que el propio bodeguero pueda realizar las mediciones», comenta Julia Arcos, que lidera el grupo de investigación burgalés.
El biosensor funciona al medir una pequeña corriente eléctrica que se produce como consecuencia de una reacción electroquímica y que se mide con un amperímetro. Se trata de un dispositivo basado en una tinta conductora que se serigrafía sobre un soporte de plástico que tan sólo mide unos pocos centímetros. La presencia de determinadas enzimas sirve de catalizador, porque reaccionan ante la presencia de unos compuestos u otros y permite conocer las cantidades concretas de cada sustancia. En definitiva, “se provocan reacciones de oxidación que se detectan al provocar una pequeña corriente”, comenta la investigadora.
Innovación para bodegueros
Todo ello da una serie de valores que lo bodegueros tienen que controlar para estar seguros de que la calidad del vino será la adecuada. Se trata de parámetros de control en la fermentación que pueden determinar las cualidades organolépticas del producto final y que en algunos casos pueden revelar incluso la presencia de elementos tóxicos a través de una prueba que con este sistema se simplifica al máximo.
El grupo liderado por Julia Arcos tiene una amplia experiencia en el desarrollo de biosensores de este tipo desde hace varios años, aunque aplicados a procedimientos muy diferentes, por ejemplo, a la detección de cocaína en una solución líquida. De hecho, los biosensores se aplican cada vez más en campos muy variados, como el sanitario o el medioambiental, pero su desarrollo orientado hacia la agricultura está muy poco avanzado.
El proyecto Seribio es tan complejo y ambicioso que tiene una duración de cuatro años y la financiación que ha logrado a través del Subprograma Innpacto del antiguo Ministerio de Ciencia e Innovación es tan importante que esta iniciativa ha creado dos puestos de trabajo en la Universidad de Burgos. Para realizar las pruebas se emplearán tanto caldos locales como vinos procedentes de Chile. Fuente: DiCYT
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