Desde FEAGRA-CCOO con este estudio, asumimos la responsabilidad de anticiparnos a los efectos de este tratado para el conjunto de la sociedad, con especial incidencia en el impacto directo e indirecto a los trabajadores y trabajadoras del sistema agroalimentario a los que representamos y cuyos intereses defendemos. Además se pretende analizar, de un modo lo más objetivo e integral posible los impactos del TTIP, restringido al ámbito agroalimentario, así como anticiparnos, advertir y prevenir algunos de los riesgos de un tratado que estamos de acuerdo en valorar que se ha negociado de modo temerario e irresponsable, sin información ni consulta suficiente.
Para analizar las oportunidades y riesgos que el TTIP pudiera suponer para el sistema agroalimentario hemos organizado los productos en los 17 subsectores: Hortalizas, Frutas, Cereales, Olivar, Viñedo, Ganado porcino, bovino, ovino y caprino, huevos, industrias cárnicas, aceites y grasas, alimentación animal-piensos, bodegas, lácteos, conservas vegetales y conservas de pescado, por ser los que más probabilidades tenían de verse tanto afectados como beneficiados en los escenarios previsibles de balanza comercial entre la UE y USA. Hemos distinguido así mismo una serie de tipologías de gama y grados de transformación y valor añadido, y en una serie de perfiles de opinión o expertise. A partir de ello hemos ponderado los aspectos económicos, sociolaborales y ambientales atendiendo a los criterios y valoraciones de un amplio número de actores del sistema.
A modo de resumen de resultados, las previsiones de impacto económico salen globalmente positivas ; las previsiones de impacto sociolaboral salen sensiblemente negativas tras ponderar las notables expectativas de creación de empleo (cuantitativas), con las valoraciones sobre las tendencia a la baja en las condiciones de calidad laboral que se desprenden de los contextos de mayor libertades comerciales (cualitativas). Sobre cada uno de los ámbitos un 33 % del peso es positivo por el impacto económico, un 19 % negativo por las previsiones laborales, y un 48 % negativo por las previsiones de impacto ambiental.
El ámbito ambiental es en la que el tratado presenta unas previsiones de impacto más negativas. La suma de las ponderaciones positivas y negativas confiere un 56 % de aspectos negativos, frente a un 44 % de aspectos positivos.
Los sectores potencialmente beneficiados considerando estas tres dimensiones serian industrias cárnicas, conservas vegetales, aceite y vinos (2+); siendo los más afectados negativamente en su conjunto: las diferentes ganaderías (porcino, bovino, ovino y caprino) y el sector de producción de cereales (7- ) y Aves (6- ).
A modo de conclusión, ateniéndonos al avance del Estudio de previsión de impacto del Tratado de Libre Comercio UEUSA, FEAGRA CC.OO. nos alineamos con las posiciones transversales y globales que ha venido manteniendo la Confederación Sindical de Comisiones Obreras, así como la Confederación Europea de Sindicatos (CES).
Las hipotéticas ventajas objetivas (previsiones positivas) del Tratado son amplias, pero sin embargo, claramente inferiores a los riesgos (previsiones negativas), y no se presentan medidas correctoras suficientes para atender y paliar los notables impactos y riesgos que del TTIP puedan derivarse.
En muchos aspectos este tratado parece contrario a políticas europeas, por ejemplo de bienestar animal, de producciones agroambientales « greening » o ecologización de la PAC, del principio de precaución y seguridad alimentaria, en lo relativo a los objetivos de una economía baja en carbono o de creciente eficiencia energética, o los objetivos de la Estrategia 2020, reducción de la pobreza o reducción del riesgo de exclusión social, que hasta ahora venían siendo seña de identidad del modelo europeo. Como consecuencia previsible del TTIP, el sistema de producción de alimentos fijado en la normativa europea se verá expuesta a una competencia a la baja frente a la estadounidense, e inevitablemente erosionadas la calidad y seguridad alimentaria.
En este sentido FEAGRA CC.OO, considera necesarias medidas correctoras como la protección de los estándares alimentarios europeos, así como la incorporación de un sistema de información sobre el modo de producción y transformación de los alimentos en las dimensiones ambientales (fundamentalmente la huella de carbono como principal indicador y riesgo ambiental global) y sociolaborales.
Esta información al consumidor debería en paralelo incorporar la implementación de un sistema de incentivos a los mejores modos de producción, activando desde las políticas públicas una dinámica de retroalimentación positiva mediante un doble modelo de tasas (impuestos) e incentivos sociales y ecológicos apoyados en un sistema transparente de benchmarking empresarial.
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