Hace ya casi tres años que surgió la Plataforma en Defensa de las Viñas del Marco de Jerez (Pladevi), «un movimiento popular del sector productor que lucha por que se cumpla la reglamentación vitivinícola», según destaca este colectivo que no está representado en el Consejo Regulador por voluntad propia. «No tenemos por qué ser una organización sectorial ni estar en el Consejo para defender los intereses de los productores», asegura subrayando su objetivo de «ser críticos desde la total independencia».
Como en sus inicios, Pladevi sigue renunciando a «estar institucionalizada y recibir subvenciones públicas». Sus integrantes se consideran «los indignados del Marco de Jerez». «Somos un foro de trabajo, de discusión y de lucha, pero no queremos institucionalizarnos para que no nos pase lo mismo que a todas las entidades sectoriales, que están subvencionadas y domesticadas por el sistema», sostiene la plataforma, que agrupa a viñistas de las distintas organizaciones y cooperativas de los nueve municipios del Marco, fundamentalmente de Sanlúcar y Trebujena.
Dos fueron los detonantes que impulsaron la creación de esta plataforma a principios de 2010: «el abandono y el arranque de viñas como consecuencia de la reducción de la oferta de vinos comercializables, llevada a cabo por las principales bodegas del Marco y amparada por el Consejo» cuatro años antes, y las «disputas» entre las organizaciones sectoriales, que «no estaban defendiendo los intereses de los viñistas, a pesar de la situación insostenible que sufríamos». «Estábamos desesperados y queríamos llamar su atención porque no estábamos de acuerdo con su gestión, ni, por supuesto, seguimos estándolo ahora. Los viñistas no queremos subvenciones, sino gestión, previsión de futuro para el sector», afirma.
Pladevi optó inicialmente por movilizar a los viñistas en la calle, llegando a reunir a centenares de ellos en sus protestas, pero tras un período de «pausa en plena incertidumbre ante la situación del sector» ha pasado últimamente a «realizar una labor de vigilancia de la gestión del Consejo». En todo caso, sus reivindicaciones no han variado porque los problemas, según asevera, persisten.
Así, por un lado, la reducción de la oferta de vinos comercializables «es el problema que nos ha matado en los últimos años a los viticultores». «Las principales bodegas del Marco comenzaron a cubrir ventas tirando de sus existencias y dejaron de comprar a las cooperativas, que, ante ese panorama, tuvieron que salir fuera a un mercado muy saturado, el de los vinos de mesa y los mostos concentrados rectificados, dominado claramente por La Mancha, de manera que se hundieron los precios», explica la plataforma. De acuerdo con su versión, esta situación «provocó el arranque de más de 3.500 hectáreas de viñas entre los años 2008 y 2010, es decir, el 40% de la superficie total del Marco, que ahora tiene unas 6.500 hectáreas».
Ese recorte de la oferta «fue fruto de un acuerdo de las principales bodegas que operaban en el mercado de exportación, que argumentaron que pretendían mejorar la calidad, lo cual era falso porque si ése era realmente su objetivo, en 2010 no deberían haber reducido de tres a dos años la edad media de crianza de los vinos para su comercialización como marcas blancas de las grandes cadenas de distribución». Según Pladevi, «las ventas dejaron de estar reguladas por criterios de defensa y mejora de la calidad, algo que fue sancionado por el Comisión Nacional de la Competencia y ratificado por la Audiencia Nacional, salvo en el importe de las sanciones, que se redujeron por una serie de atenuantes. Pero, desgraciadamente, los efectos negativos en el sector ya se habían producido».
Por otra parte, en cuanto al Plan de Viabilidad del Marco de Jerez 2010-2013, esta plataforma dice haberse quedado sola rechazándolo. En su opinión, «no está sirviendo para recuperar el sector, aunque lo estén presentado como un éxito, porque parte de la premisa de que hay un problema de excedentes y la solución pasa por sobreexplotar ciertas zonas para producir más. Lo coherente habría sido transformar esos excedentes para crear productos complementarios». Además, critica su «ineficiencia no sólo desde el punto de vista económico, sino también medioambiental, porque su ejecución requiere la utilización de más productos fitosanitarios y la posibilidad de consumir agua, un bien escaso, al permitir el regadío».
Efectivamente, otra de las principales reivindicaciones de Pladevi es que la Denominación de Origen se sustente en el uso de productos complementarios exclusivamente del Marco. «Teniendo en cuenta cómo se ha deteriorado el Jerez desde el punto de vista comercial, más que nunca hay que apostar por un 100% de originalidad, o sea, que lo que contenga una botella de Jerez sea 100% de la zona, porque si seguimos haciendo lo mismo que hasta ahora, será engordar para morir», defiende Pladevi en su «apuesta por que el vino de Jerez recupere el valor que siempre tuvo en cuanto a calidad, singularidad y tradición». «Que el vino que se comercialice en los principales mercados de exportación deje de ser, como ahora, un sucedáneo del Jerez», apostilla.
Igualmente, Pladevi reclama que la Indicación Geográfica ‘Vinos de la Tierra de Cádiz’ cuente con un «órgano de gestión». Lamenta que es «una asignatura pendiente de las administraciones» desde hace 20 años que está motivando que «el pliego de condiciones lo elabore el sector bodeguero sin ninguna participación de los productores» y, por tanto, «sin apenas control de que, al menos, el 85% de la uva o mosto procede exclusivamente de la zona».
Por otro lado, Pladevi demanda la ejecución del acuerdo que adoptó hace un año el Consejo Regulador en relación a la reducción de 500 a 50 botas las existencias mínimas para poder ser bodega de crianza y expedición. «Los grandes consejos reguladores del mundo no ponen limitaciones. Cualquier pequeño productor debe tener la opción de comercializar sus propios vinos. La actual dinámica, que ha provocado la desaparición de las pequeñas bodegas, precisamente las que tienen una vinculación territorial a los municipios y pueden impulsar el enoturismo, no avanza hacia la calidad de los vinos», arguye la plataforma de viñistas refrescando su propuesta de promover las bodegas artesanales.
En este sentido, quiere dejar claro que la rebaja a 50 botas sería «positiva pero insuficiente», aduciendo que «no tiene por qué haber un cupo mínimo, si lo que se pretende es preservar o aumentar la calidad de los vinos, máxime cuando la reciente ley de artesanía alimentaria certifica un marchamo de calidad y un valor añadido para los productos y los productores». «La salvación del Jerez está en el resurgimiento de los pequeños productores», sentencia.
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