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Está aquí: Home / Política agraria / Política agraria España / La Unión de Uniones: Fauna salvaje, daños agrícolas y hombre

           

La Unión de Uniones: Fauna salvaje, daños agrícolas y hombre

11/04/2012

Los agricultores y ganaderos nos quejamos y con razón, de los daños que producen en nuestras cosechas la fauna salvaje y de como, en la mayoría de los casos, no se nos compensa por ello.

Desde los arrozales que tras ser pacientemente cultivados por los agricultores, alimentan a miles de patos en la desembocadura del Guadalquivir, el Ebro, o la albufera Valenciana, hasta las ovejas que matan los lobos en Zamora, pasando por los millones de pájaros que comen el cereal, las uvas o la fruta, cuando comienzan a madurar. Por si fuera poco después están también jabalíes, ciervos, conejos, topillos que dañan o que se comen los brotes tiernos de casi cualquier planta que se pone en el campo.

No es nada nuevo, ha ocurrido siempre, los agricultores y ganaderos hemos convivido con la fauna salvaje y hemos aceptado un cierto coste adicional en la producción, por su lógica existencia.

Pero a pesar de ello, cuando pedimos indemnizaciones y alzamos la voz, es porque estos costes “normales “se disparan, o se nos impide poner medidas para proteger nuestros cultivos y rebaños, como consecuencia de la declaración de espacios o especies protegidas. Es entonces cuando avisamos de las consecuencias que tienen para la producción agrícola o ganadera las “decisiones humanas” sobre la conservación de la naturaleza.

Por ejemplo si no se pueden poner vallas, o sacrificar el exceso de población de conejos, como consecuencia de las medidas de protección de otras especies, es entonces cuando decimos que el daño o evidente sobre-coste para los cultivos, se asuma por las administraciones. De tal modo que a lo que verdaderamente nos oponemos es a que el coste de las políticas de conservación de la naturaleza lo asumamos, de forma fundamental o exclusiva, los agricultores y ganaderos y no el conjunto de la sociedad.

No perder la perspectiva

Con todo, el mayor daño que asumimos los agricultores y ganaderos en nuestra actividad lo producen nuestros conciudadanos, los seres humanos.

Si para regar encontramos ríos contaminados, por falta de depuración, no tiene culpa la fauna salvaje; ni tampoco de los precios de ruina que a los productores nos impone la distribución o la industria; lo mismo ocurre con los fraudes alimentarios, o con los defectos u omisiones en las etiquetas de los productos, (sobre su composición u origen). También nos hace mucho daño, la especulación financiera y la que se practica sobre el valor de los abonos, la energía, las semillas y sobre los alimentos básicos, lo hacen unas decenas de multinacionales que controlan una buena parte de los llamados “mercados mundiales” y de eso nada saben los sisones, ni las avutardas, ni los jabalíes.

Podríamos decir sin ningún temor a equivocarnos que en España, ha matado más ovejas y cabras en tres años la subida del coste del pienso que 100 manadas de lobos hambrientos, y que ha arruinado la falta de liquidez financiera, a más agricultores y ganaderos que todos los bandos de grullas y de estorninos juntos.

Por ello es bueno aclarar que las quejas que damos por daños de fauna salvaje desde las organizaciones agrarias, al menos desde la nuestra, se deben a que el perjuicio producido por la fauna salvaje y la no asunción de los costes por las administraciones, es la gota que colma el vaso de la falta de rentabilidad, o de las sin razones que se practican con el sector agrario. (Aparte del indiscutible perjuicio personal del afectado)

Respecto de las medidas de conservación, que me perdone quien corresponda, pero en los últimos años hemos visto como se construyen cientos de kilómetros de carreteras, de vías de tren, o aeropuertos y centrales eléctricas, sobre zonas de alto valor medioambiental. Los problemas que esto podría generar, se resuelven la mayor parte de las veces con papeles “que van y vienen”; por el contrario y a modo de ejemplo, vale citar que en otras ocasiones se prohíbe a un cabrero ampliar cinco metros la nave de su aprisco para guardar las cabras, por supuestas afecciones negativas al medio natural.

Estos hechos o similares, no tan puntuales como pudiera parecer, y quizá ocurren para lavar las “malas conciencias” generadas en algunos técnicos, por no haber sabido o querido impedir un modelo de desarrollo salvaje impuesto por las grandes compañías en España.

Lo cierto es que no pocas veces las supuestas medidas de conservación las acaban soportando inicialmente cuatro inocentes lugareños; aunque después la verdadera ausencia de las importantes, cuando se construyen las grandes infraestructuras, las sufra el conjunto de la sociedad.

Seguiremos demandando que las políticas de conservación de la naturaleza las financiemos entre todos los ciudadanos y que los ganaderos y agricultores afectados especial y negativamente por ello sean compensados, pero no desviemos nuestra atención con anécdotas, por mas dolorosas que sean, de la verdadera problemática del sector: La falta de rentabilidad, la ausencia de políticas agrarias serias, de presupuesto, de relevo generacional, de orientación económica, de fiscalidad inadecuada, tener pensiones de jubilación de miseria etc etc.
Como dijo el filosofo ingles Hobbes ¿Será que el verdadero lobo somos nosotros, los seres humanos?

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