Los altramuces son una leguminosa con alto contenido en proteínas pero cuyo uso en la alimentación acuícola está limitado, debido a que tienen un sabor amargo que retrae el consumo de la ración por parte de los peces. Además, este sabor amargo procede de unos alcaloides (lupinina y esparteina), que son usados por la planta para defenderse de los insectos y que pueden resultar perjudiciales para el pescado en consumos muy elevados.
Una investigación llevada a cabo por la Universidad Noruega de Ciencias de la Vida en colaboración con Universidad Católica de Temuco, (Chile) ha determinado cuantos altramuces está dispuesta a consumir la trucha arcoiris y cual es el máximo que puede comer sin el efecto negativo de los alcaloides.
Los resultados han mostrado que la trucha puede consumir hasta un 50% de altramuces blancos sin que se vea afectado el desarrollo del animal ni haya ningún efecto perjudicial en los órganos. No obstante, el perfil de ácidos grasos en los filetes de trucha cambia ligeramente a partir de incluir en las raciones más de un 30% de altramuces.
También se comprobó que cuando el nivel de alcaloide supera los 100 gr/kg de pienso, el sabor amargo aumenta, el pez come menos y el desarrollo de éste se ve afectado.
El nivel de alcaloide de los altramuces depende de la variedad, ya que los hay más dulces y más amargos. Cuanto más amargos (más alcaloides) son más resistentes a las plagas y enfermedades y también precisan menos fitosanitarios, pero en contrapartida pueden usarse en menor proporción en la dieta de los peces.
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