La explotación afectada contaba con un censo de 70 búfalos y otros 72 pequeños rumiantes. El foco fue detectado gracias a las tareas vigilancia serológica implantadas en esta explotación ya que estaba situada dentro del área de vigilancia de 10 km establecida como medida de protección frente a un foco anterior.
Los animales afectados no presentaban signos clínicos pero sí anticuerpos específicos frente al virus de la fiebre aftosa. Tras la confirmación del diagnóstico por el Laboratorio Nacional de Referencia para la enfermedad las autoridades búlgaras procedieron a implantar las medidas de protección y vigilancia establecidas en la directiva comunitaria.
La investigación epidemiológica apunta a un posible origen motivado por el contagio con fauna silvestre ya que los búfalos afectados estuvieron pastando en una zona situada a tan sólo 5 kilómetros de la frontera con Turquía.
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