La cantamos muchísimo, ¿recuerdan? Los nacidos entre el cincuenta y el sesenta teníamos la música de la canción de Dylan y la letra del estribillo como vela que nos dibujaba esperanzadamente el futuro.
“The answer, my friend,
is blowin´ in the wind,
the answer is blowin´ in the wind.”
¿Estará en el viento también la respuesta de muchas explotaciones agropecuarias españolas, en unos y otros puntos de nuestro sector? Doscientos noventa parques eólicos tenemos ya: la cosecha se mide en kilovatios y megavatios, y los rebaños en número de aspas; la rentabilidad, en energía y en miles de euros.
Arriende su viento en vez de su suelo, ha titulado con acierto uno de sus editoriales la revista “Agricultura”. Son muchas las empresas que están acelerando las ofertas de compra y arriendo, la mayoría españolas, de lo cual hay que alegrarse, eso sí. Es la salida que están encontrando muchos profesionales, favorecidos por enclaves idóneos, a la baja rentabilidad de sus explotaciones, a los problemas políticos y administrativos que no cesan, a los parches estructurales, a los titubeos, a la impericia, al partidismo, a la cortedad de miras y a los decretos autoritarios. Y todavía hay margen para apuntarse a esta cosecha de gigantes –disculpen, de molinos, que se me ha colado el aliento de las celebraciones cervantinas en las que estamos- ya que el máximo previsto oficialmente es de una producción de 18.000 MW eólicos para la fecha tope de 2011.
Que sí, que hay que alegrarse porque somos ya los terceros, tras Alemania y Estados Unidos, en tal asunto, pero que cada vez son menos -y de esto no hay que alegrarse así como así- los agricultores que pueden luchar contra los gigantes, o los que deciden dedicar sus tierras a otras renovables que les tocan más de cerca, como la biomasa procedente de cultivos energéticos, dejados de la mano cervantina por la Administración.
Además, ¿quién puede negar que la actividad agropecuaria española está cada día más en el aire? Para que quienes gobiernan decidan poner pie a tierra, es decir, para que se atiendan adecuadamente derechos básicos del sector, hay que seguir saliendo a vociferar, aire contaminado adelante, camino del Ministerio de Agricultura. Los políticos del ramo piensan que son ellos quienes “otorgan” tales derechos, en lugar de situarse donde deben: eslabones administrativos de una cadena pública, que han de articular y ordenar la respuesta a tales derechos. Pues no: el viento ha de llenarse de gritos, de reclamaciones y de desesperanza para que se haga caso atinadamente al sector.
Ahora, el problema más inmediato es el de la subida del crudo y su escandalosa repercusión en los bolsillos del productor agropecuario. Es un derecho, señoras y señores, y no tienen que dar ustedes lugar al vociferamiento. La subida de las materias primas, teniendo los precios contingentados, no pueden cargarse sobre los productos. Es por tanto a través de otras vías, gasóleo profesional, subvenciones bien calculadas y bien pautadas según la actividad de la cual se trate, como tiene que resolverse el problema.
Aquí, los primeros en importancia económica y vital -¿qué haríamos sin el campo y sin sus alimentos?- suelen ser los últimos. Les dejan llorar en vano, en el aire, sin respuestas adecuadas a su importancia, y siempre con cara de perro desde despachos, antesalas y ventanales. Luego, atusados, creyéndose a salvo de la ventolera, quizás comiendo una ensalada mixta seguida de una buena carne magra, se quejen de las quejas de los agricultores y ganaderos españoles.
A este paso…..¿se imagina las cartas de los restaurantes del futuro ofreciendo Viento de temporada, a la plancha, con guarnición de molino energético gallego al gusto, y regado con vino soplado de crianza ?
D. José Ignacio Sánchez
Director General de AESDESA
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