Según un estudio del Departamento de Energía de Estados Unidos, es posible mediante un control de las propiedades de los suelos aumentar su capacidad de capturar y retener el carbono atmosférico contribuyendo a capturar gases de efecto invernadero, incrementando su contenido en materia orgánica y la fertilidad.
Haciendo pasar aire a través de tubos con muestras de suelo tratadas con la enzima tirosinasa y un aditivo alcalino, y midiendo la capacidad de secuestrar carbono, se ha encontrado que es posible manejar el proceso de humificación haciendo que se retenga más materia orgánica. Un subproducto alcalino y poroso de la combustión de carbón en las centrales térmicas denominado denominado «cenizas volantes» (fly ash) acelera de forma significativa este proceso de humificación
La tirosinasa cataliza el proceso natural de humificación transformando fenoles y ácidos hidroxibenzoicos en quinonas, que reaccionan con lo aminoácidos de los microorganismos del suelo formando los polímeros húmicos estables. El proceso de humificación depende de muchos factores, como actividad enzimática, humedad, acidez, disponibilidad de oxígeno, actividad microbiana etc, que pueden ser manipulados en cierta medida.
A nivel global, el suelo contiene cuatro veces más carbono que la atmósfera, y la mitad de este carbono está en la forma de materia orgánica. En los últimos 30 años el laboreo del suelo ha liberado más carbono a la atmósfera que la quema de combustibles fósiles. Algunos suelos agrícolas han perdido más de un tercio de su carbono debido al laboreo. Los suelos empobrecidos en materia orgánica tienen un enorme potencial de almacenar carbono, simplemente con se consiguiera aumentar su materia orgánica en un pequeño porcentaje.
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