Al mismo tiempo en que, el 16 de octubre, todos celebran el Día Mundial de la Alimentación, precisamente los que producen los alimentos temen por su futuro. El mundo debe hacer frente a la paradoja de que siendo el trabajo de los agricultores el encargado de alimentar el mundo, muchos agricultores no pueden alimentarse a sí mismos ni a sus familias. Mientras que en muchos países desarrollados se dan por entendido la calidad y cantidad de los alimentos, en este siglo XXI de la abundancia, 840 millones de personas padecen aún de hambre y la mayoría de ellos son agricultores. ¿Cómo es posible que se espere erradicar el hambre y conseguir la seguridad alimentaria sin los agricultores?
La celebración del Día Mundial de la Alimentación requiere que al mismo tiempo que ponemos de relieve el logro extraordinario de los agricultores, que producen alimentos de alta calidad de un modo respetuoso con el medioambiente y respetando el bienestar animal, señalemos también los tremendos desafíos a que se enfrentan los agricultores que luchan por subsistir. En un momento en que la FAO hace un llamado a una “Alianza Internacional contra el Hambre”, los agricultores de todo el mundo llaman a que se adopten medidas concretas para hacer frente a esa situación. Ha llegado la hora de incluir en la lucha contra el hambre, la lucha por la mejora del sustento y la vida de los agricultores.
El Día Mundial de la Alimentación brinda la oportunidad de apuntar la contribución de los agricultores a la seguridad alimentaria y a señalar lo poco que los agricultores reciben a cambio. Pero centremonos por un momento la atención en los agricultores y las comunidades rurales. La mayoría de las 1.200 millones de personas que viven en la pobreza absoluta, son agricultores, frecuentemente, mujeres agricultoras. Muchos no disponen de un acceso seguro a la tierra, al agua, a semillas o a créditos. Carecen de las infraestructuras básicas para la educación o la sanidad, la gestión del agua, la comercialización o el transporte.
Incluso cuando los agricultores tienen la fortuna de ir mas allá de la producción de alimentos para sus propias familias produciendo un excedente que se vende en los mercados comerciales, se enfrentan, con comerciantes monopolistas que suelen cobrar precios excesivos por los insumos agropecuarios al tiempo que pagan precios muy bajos por los productos de los agricultores. Un día como el de hoy nos recuerda esas cosas.
¿Realmente conocen los consumidores la verdadera historia oculta detrás de los alimentos que consumen? ¿Saben que menos del 20 por ciento del dinero que gastan en alimentos llega a los agricultores? Incluso en productos de “comercio justo” como son los “plátanos de comercio justo”, tres cuartas partes del dinero adicional que los consumidores pagan, termina en los bolsillos de las industrias del sector de cadena alimentaria y no en el de los agricultores. ¿Son conscientes acaso los consumidores de los países industrializados que cuando pagan $3.60 por una libra de café, sólo 24 céntimos llegan a manos del productor de café? ¿Saben qué por cada dólar que gastan en pan o en patatas fritas al agricultor solo le llegan 6 céntimos? Al mismo tiempo, en los países en desarrollo, las familias tienen que gastar el 80 por ciento de sus ingresos en alimentos.
Acciones concretas para hacer frente a esta situación crítica significa apoyar iniciativas nacionales a través de una legislación apropiada o dentro de un marco profesional que sirvan para reforzar la posición de los agricultores en la cadena alimentaria. Si se quiere reducir el hambre y la pobreza, hay que fortalecer el poder de los agricultores en el mercado en relación con los demás participantes en la cadena alimentaria. Si las sociedades para ser efectivas deben ser sociedades entre iguales, con demasiada frecuencia hoy en día, los agricultores son socios en desigualdad de condiciones.
Como respuesta, la FIPA ha creado una iniciativa de cooperación al desarrollo, en la que las organizaciones de agricultores en los países industrializados ayudan a fortalecer las organizaciones de sus colegas agricultores de los países en desarrollo. Esa es nuestra contribución a la “Alianza Internacional”. Pero los agricultores no pueden hacerlo solos. Los gobiernos nacionales y las instituciones internacionales deben prestar más atención para conseguir que los mercados agrícolas y alimentarios funcionen de un modo competitivo, y no sean controlados por solo algunas de las grandes compañías transnacionales.
Como líder agrario, me preocupa profundamente la falta de progresos en la reducción de la pobreza en el mundo. Ello se debe al abandono al que se ha relegado la agricultura. Los agricultores de todo el mundo esperan que el Día Mundial de la Alimentación 2003 vaya más allá de la “Alianza Mundial contra el Hambre” y haga crecer la conciencia sobre la situación alarmante de los agricultores y de sus comunidades rurales. Tres cuartos de los pobres viven en zonas rurales y obtienen su sustento de la agricultura y actividades afines. Si los líderes mundiales pretenden seriamente reducir a la mitad la pobreza para el 2015, deberán entonces reconocer explícitamente que la lucha contra el hambre incluye la lucha por mantener a los agricultores en la tierra.
El Día Mundial de la Alimentación es una oportunidad para que los ciudadanos en todo el mundo reconozcan los logros y los desafíos que enfrentan diariamente los agricultores en la producción de alimentos para las casi 7.000 millones de personas que pueblan el planeta. Más aún, este día marca el momento para que los líderes mundiales, tanto nacionales como internacionales, reenfoquen y dinamicen su lucha contra el hambre. El status quo es inaceptable. Esperamos acción. Los agricultores están dispuestos a producir para todos. ¿Están los líderes del mundo dispuestos a unirse a nosotros?
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